Louise Redden, una mujer pobremente vestida y con una expresion de derrota en el rostro, entro en una tienda de abarrotes. Se acerco al dueno de la tienda, y de una forma muy humilde le pregunto si
podia fiarle algunas cosas. Hablando suavemente, explico que su marido estaba muy enfermo y no podia trabajar, que tenian 7 hijos, y que necesitaban comida.

John Longhouse, el abarrotero, se mofo de ella y le pidio que saliera  de  la tienda. Visualizando las necesidades de su familia, la mujer le   dijo:  "Por favor senor, le traere el dinero tan pronto como
pueda." John le  dijo que no  podia darle credito, ya que no tenia cuenta con la tienda.

Junto al mostrador habia un cliente que oyo la conversacion. El cliente se acerco al mostrador y le dijo al abarrotero que el responderia por lo que necesitara la mujer para su familia. El abarrotero, no   muy contento con lo que pasaba, le pregunto de mala gana a la senora si tenia una lista. Louise respondio: "Si senor!". "Esta bien," le dijo el tendero,  "ponga su lista en la balanza, y lo que pese la lista, eso le dare en mercancia." Lousie penso un momento con la cabeza baja, y despues saco una hoja de papel  de su bolso y escribio algo en ella. Despues puso la hoja de papel cuidadosamente sobre la balanza, todo esto con la cabeza baja. Los ojos del tendero se abrieron en asombro, al igual que los del cliente, cuando el plato de la balanza bajo hasta el mostrador y se mantuvo abajo.

El tendero, mirando fijamente la balanza, se volvio hacia el cliente y le dijo: "No puedo
creerlo!".

El cliente sonrio mientras el abarrotero empezo a poner la mercancia en  el otro plato  de la balanza. La balanza no se movia, asi que siguio llenando el plato hasta que ya no cupo mas. El tendero vio lo que habia puesto, completamente disgustado. Finalmente, quito la lista del plato  y la vio con mayor asombro. No era una lista de mercancia. Era una oracion que decia: "Senor mio, tu sabes mis necesidades, y las pongo en tus manos". El  tendero le dio las cosas que se habian juntado y se quedo  de pie, frente a  la balanza,  atonito y en silencio. Loisue le dio las gracias y salio de  la
tienda. El cliente le  dio a John un billete de 50 dolares y le dijo:
 "Realmente valio cada centavo." Fue un tiempo despues que John Longhouse descubrio que la balanza estaba rota.  En consecuencia, solo Dios sabe cuanto pesa una oracion.